9/25/2017

CARTA DE NUESTRO OBISPO CON MOTIVO DEL DOMUND

Cada año, al acercarse la Jornada Mundial de las Misiones, lo que familiarmente llamamos DOMUND, el Papa nos ofrece un mensaje. En esta ocasión, con la frescura característica de los escritos del Santo Padre Francisco, nos llega el de este año 2017. En él nos mueve la inteligencia y nos sacude el corazón para que no perdamos de vista que esa gran familia de la que formamos parte, que es la Iglesia, es una familia constitutivamente misionera; si no fuera así sería una institución como otra cualquier preocupada de la beneficencia, del arte, de propaganda religiosa y de actos cultuales. Sin embargo la Iglesia es el rostro de Jesús resucitado que se transfigura a través de cada uno de los bautizados y ellos son los que hacen que Jesús se convierta de nuevo en contemporáneo nuestro.
De todos es sabido que cada año el DOMUND es una fuerte sacudida en el seno de nuestras comunidades eclesiales. Su campaña es una de las que se realiza con mayor naturalidad en nuestras parroquias. Niños y ancianos, sanos y enfermos, todos los miembros de nuestras parroquias y demás instituciones, cada una a su manera, quieren colaborar con las Misiones. Pero las Misiones no se reducen a la colecta, aunque esta sea importante por la cantidad de cosas que con esas aportaciones se pueden hacer; lo que sí resulta significativo es que toda la dinámica que se mueve en torno a las Misiones nos ayuda a cada uno de nosotros a creer en el Evangelio vivo, que es Jesucristo, a descubrir que nuestra fe no es un adorno, ni algo que se usa y tira, ni tampoco una simple conveniencia social: nuestra fe es Vida. Pero no una vida cualquiera sino aquella que consiste en esa lucha constante por identificarnos con la vida y la obra de Jesús.
En este año hemos querido darle una especial resonancia a esta jornada, de tal modo que en toda Galicia se llevarán a cabo una serie de actividades con las cuales se pretende acercar  las Misiones a nuestros ciudadanos, también a aquellos que no frecuentan nuestros templos, ni quieren saber nada del catolicismo,  o se “apearon” de la barca de la Iglesia porque han sufrido algún desencanto o se encontraron con algún testimonio poco edificante o escandaloso.  Con todos estos actos queremos hacer partícipes a la sociedad civil de este gran proyecto que arranca del corazón de Cristo y, superando el espacio y el tiempo, a lo largo de estos dos milenios ha encontrado en el corazón de los cristianos una resonancia muy especial. Por otra parte, se quiere hacer patente, ante nuestros conciudadanos, algunos de ellos escépticos y dubitativos, cuáles son las entrañas del DOMUND. En una sociedad como la nuestra que busca, desea y exige “trasparencia” en todas las actividades que realiza la Iglesia Católica, con este proyecto del “Domund al descubierto” se pretende acercar esta realidad a los ciudadanos de a pie y presentarla con todo su realismo y verdad.
Hoy la Misión es una realidad que nos invita a salir de nuestras comodidades, a vencer nuestras inercias y nos empuja a llegar a esas “periferias existenciales” en las que se necesita la luz del Evangelio ¡se necesita a Jesucristo!. La Misión es un reto para la Iglesia misma, en realidad le recuerda a la Iglesia que ella no es un fin en sí misma, sino que debe descubrir constantemente que es un instrumento humilde y sencillo de la obra de la salvación de Dios sobre toda la humanidad. ¡Cuántas veces nos encontramos con cristianos apegados a sus santos, a sus romerías, a sus capillas y tradiciones! Han convertido el cristianismo en un sistema de posesiones. Incluso llegan a decir que el mismo sacerdote les pertenece. Una vida cristiana así planteada y vivida está llamada a desaparecer porque resulta estéril. Os imagináis que los misioneros - ellas y ellos – hubiesen pensado lo mismo. No tendría la valentía de salir; es más, no tendrían conciencia de que la auténtica vida cristiana es MISION. No podemos olvidar aquellas palabras de Jesús: Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes (…) Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28,18-20).Esta invitación  sigue siendo perennemente actual. Cuando pensamos y creemos que la Iglesia es todo aquello que cae bajo el dominio del campanario de nuestra parroquia, entonces estamos perdidos. Nuestro vivir de cristianos se ha convertido en el “ombligo” del mundo, y aunque hagamos la colecta del DOMUND, de la Santa Infancia, o del Seminario, seremos una comunidad autorreferencial – como afirma el papa Francisco- que terminará por encerrarnos en nosotros mismos y nos enquistará en nuestros “problemillas”. Para estos cristianos la vida de los misioneros es puro romanticismo; mientras no se abran al Evangelio vivo no serán capaces de romper las fronteras de “su” parroquia y no se darán cuenta de que una iglesia cerrada en sí misma es una iglesia enferma, avocada a la extinción.
Como los cristianos de ayer y de siempre, al estilo de san Pablo y de tantos misioneros y misioneras, necesitamos hacer la experiencia viva de aquel gran corazón creyente que hizo que el cristianismo llegase al extremo del mundo: ¡Ay de mi si no predico el Evangelio! (1 Cor 9,16). Para vivir esta realidad es necesario ser valiente. El lema de este año es muy sugerente: Sé valiente. La misión te espera. Tanto aquí como allá, tanto lejos como cerca, si vivimos un encuentro auténtico con el Evangelio vivo, que es el mismo Cristo, inmediatamente nos daremos cuenta de que nuestro mundo no tiene fronteras ¡y mucho menos hoy! y que espera a esos hombres y mujeres valientes que les muestren el rostro vivo de Jesús y, uno de esos misioneros puedes ser tú. Un misionero al estilo de san Francisco Javier, santa Teresa del Niño Jesús, o como nuestro san Francisco Blanco. Un misionero valiente que sabe descubrir que el mundo le espera.
Que Santa María Madre, estrella de la nueva evangelización, nos ayude a descubrir nuestra vocación misionera tanto aquí como allende nuestras fronteras.
Con afecto os saludo y me encomiendo a vuestras oraciones.
✠ J. Leonardo Lemos Montanet
Bispo de Ourense


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