5/22/2017

CARTA DEL SR. OBIPO A NUESTROS MISIONEROS. PENTECOSTÉS


Sois el rostro “auténticamente” misionero de la Diócesis
Mis queridos hermanos y hermanas: Al acercarse la Solemnidad de Pentecostés, “fiesta del comienzo de la Iglesia”, en mi corazón de padre, hermano, amigo y pastor renace con fuerza mi más sincero agradecimiento a todos los que formáis parte de esta Iglesia, de antiquísimas raíces cristianas, y que peregrina en la fe por estas tierras de Ourense. Con frecuencia, cuando me encuentro de Visita pastoral en muchas de nuestras comunidades parroquiales, extendidas por la amplia geografía de nuestra Diócesis, me encuentro con que vuestros familiares os hacen presentes, con vuestros nombres y apellidos. No sois historias de un pasado, sino algo  muy presente y vivo. ¡Sois Iglesia!
 Se os recuerda con afecto y cariño agradecido porque sois esa Iglesia en salida que nos ayuda a reconocer que somos una Diócesis que siempre debe estar y sentirse en misión. Es verdad que los tiempos han cambiado y, en estos momentos, son los que de allende nuestras tierras, quizás vuestros hijos e hijas espirituales - aquellos que han surgido como consecuencia de vuestra fidelidad misionera -, los que tendrán que ayudarnos a los de aquí a descubrir que nuestro trabajo pastoral actual debe ser entendido en clave de misión, de lo contrario no habremos superado la etapa del simple “mantenimiento”. Si queremos salir al encuentro de tantos hermanos y hermanas que habiendo recibido los sacramentos de la iniciación cristiana se han apartado de la Iglesia y se han alejado incluso de la fe recibida, o puede que se encuentren situados en ese complejo ámbito de la indiferencia, necesitamos salir a su encuentro manifestándoles el rostro de una Iglesia madre y misericordiosa, de un Señor cercano que nos quiere mostrar la ternura de Dios.
Sabéis bien que llevamos poco más de un año dando pasos para llevar a cabo un Sínodo Diocesano. Hasta este momento yo tengo que afirmar, y no sería sincero con vosotros si no lo hiciese, que lo he vivido como un momento de gracia y de cercanía. Como una ocasión que nos está ayudando a descubrir un estilo de Iglesia que nos invita a caminar juntos buscando nuevos caminos y métodos para acertar en esta nueva tarea evangelizadora que nos pide la Iglesia.
Vosotros, mis queridos hermanos y amigos misioneros nos enseñáis siempre cuál debe ser el camino. Habéis sido enviados por el mundo entero con la única condición de ser un eco, con vuestras vidas, del Evangelio de la alegría. No habéis puesto condiciones, habéis entregado todo lo que tenías y erais, incluso dejasteis esas legítimas uniones con vuestras familias y con vuestra tierra. Vuestra disponibilidad es para nosotros un ejemplo y una lección constante de vitalidad evangélica. En nombre de esta Iglesia os estamos inmensamente agradecidos. Cuando a nosotros nos cuesta tanto trabajo cambiar de una parroquia para otra, incluso dentro de nuestra geografía diocesana, y siempre tenemos disculpas que dificultan el ejercicio del ministerio, vosotros sois siempre un motivo para ponernos en camino.
Hace tan solo unos días en el santuario de Fátima, escuchaba al papa Francisco, que nos invitaba a descubrir el rostro joven y hermoso de la Iglesia que resplandece “cuando es misionera, acogedora, libre, fiel, pobre de medios y rica de amor”. Eso que nos pide el Santo Padre es lo que todos deseamos para esta porción de la Iglesia santa de Dios, que como Iglesia en misión quiere salir al encuentro de nuestros hermanos los hombres y mujeres de nuestro tiempo, que como “pobres de Jesucristo” extienden sus manos rogándonos que nos convirtamos en esos testigos misioneros, testigos alegres y convencidos de que sólo el Evangelio de Jesús transformará la vida y el mundo entero.
Al mismo tiempo que os tenemos presente, os rogamos que no os olvidéis de nosotros en estos momentos un tanto recios para la labor pastoral, para las vocaciones al ministerio sacerdotal, a la vida religiosa, misionera y monástica. Necesitamos vuestra fuerza, contamos con vuestra fidelidad y disponibilidad plena al servicio de la causa del Reino. Y confiamos en que la providencia amorosa del Buen Dios nos ayude a encontrarnos el próximo día 22 de julio: Día de los Misioneros Diocesanos.
Que el don del Espíritu Santo que ha encendido en vuestros corazones la llama de la misión “ad gentes” nunca se apague en esta Iglesia particular y sea para nosotros, los de aquí, un estímulo y acicate para nuestra fidelidad y disponibilidad en y para servir a la Iglesia como esta quiere ser servida, y allí donde nos necesite.
También yo, como un pobre de Jesucristo me encomiendo a vuestras oraciones y os ofrezco lo que no es mío: la bendición del Señor Resucitado.

X J. Leonardo Lemos Montanet
Bispo de Ourense

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