Cuando nos acercamos ya
casi a los 25 años de la apertura de la misión diocesana Santa
María Madre de Jipijapa (Ecuador) en la cual tres sacerdotes
ourensanos ponían rumbo al nuevo continente, han sido muchos los
frutos que se han ido logrando y con la perspectiva que da el tiempo
podemos aseverar que todos salimos ganando siendo demasiados los
motivos por los que dar gracias.
Este 28 de enero de 2017,
el arzobispo de Portoviejo, Monseñor Lorenzo Voltolini, ordenaba dos
nuevos presbíteros para la arquidiócesis portovejense. La Catedral
Metropolitana “Jesús del Buen Pastor” de la ciudad de Portoviejo
volvió a lucir sus mejores galas y aunque el templo contaba con las
evidentes secuelas del terremoto que asoló a la provincia de Manabí,
lo que prevalecía era el entusiasmo del numeroso pueblo de Dios que
arropado por el presbiterio diocesano se congregó para tan gran
evento.
Uno de los recién
ordenado es Luciano Daniel Murillo Alcívar, natural de Jipijapa. A
la par que se iban erigiendo los cimientos de la parroquia Santa
María Madre y del Seminario San Pedro de Portoviejo, un niño
llamado Luciano tomaba desde edades muy tempranas contacto con su
parroquia en la Cdla. Parrales y Guale. Pronto empieza a servir al
altar como monaguillo, a los 12 años asume el compromiso de animador
de Infancia Misionera y tras confirmarse pasa a ser catequista.
Todos
los que hemos conocido al nuevo ordenando, podríamos dar fe de su
carácter siempre cercano, servicial y alegre que a todos irradia. Su
ingreso y travesía en el Seminario San Pedro de Portoviejo no ha
sido fácil, pero su tesón y el apoyo incondicional de los
“padrecitos” y de toda la familia de Santa María Madre
culminaron esta meta y es que a Dios nadie le gana en generosidad.
Como dijo Monseñor
Lorenzo Voltolini al darle su primer destino como sacerdote que no se
va lejos de casa, ya que se queda a vivir en su parroquia natal y
desde ahí atenderá la comunidad de Pedro Pablo Gómez. El 29 de
enero de 2017, el Padre Luciano celebraba su primera misa en la
iglesia de la Cdla. Parrales y Guale, donde un día se inició como
monaguillo, iglesia que se quedó pequeña, rodeado de su gente en un
ambiente de inmensa gratitud.
Tras el gesto del besamanos del
misacantano compartimos en las instalaciones de la parroquia un
encuentro festivo donde no faltaron las felicitaciones, discursos,
aplausos, fotos, música y una suculenta merienda en un clima de
verdadera fraternidad.
Desde aquí le deseamos
lo mejor al P. Luciano, unidos siempre en constante oración y que
esta primera vocación nativa de Sta. María Madre sea germen de
nuevas vocaciones, haciendo nuestro el lema del P. Luciano que tomaba
para sí de S. Juan María Vianney: “¡Qué bello y grande es
conocer, amar y servir a Dios! Es lo único que tenemos que hacer en
el mundo. Todo lo demás es tiempo perdido.”
Texto de Isaac Pereiro. Sacerdote diocesano.
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