10/02/2016

MANOLO RODICIO DESDE MANTA. TESTIMONIO MISIONERO.

Manta. Ecuador
Salir. Toda mi vida fue a salir cuando el corazón y los sentidos me pedían quedar, disfrutar, estar. Y sin embargo siempre fue salir.
Mucho tiene que ver en este salir el paso permanente de misioneros por el Seminario Mayor de Ourense. Siempre tuvieron las puertas abiertas los testigos de la Misión y ellos una y otra vez encendían el fuego de la búsqueda de la radicalidad evangélica, del gusto por la misión, soñada utópicamente, entre grandes dificultades. Y mucho tuvo que ver Don Aurelio y su manía permanente en invitarnos a ser misioneros, y los Festivales de la Canción Misionera y la CMDE, y tantos amigos y amigas que en reunión creyente avivaron la chispa de la Misión.
Y así fue cómo, a los pocos años de ser cura, surgió la posibilidad de hacer real el ideal misionero. Y eché los pies afuera, con peligro de resfrío porque con la salida apareció el dolor y la dificultad de adaptarse a nuevas gentes, a nuevos lugares. Y descubrí en propia carne que la misión es un ideal pero que conlleva sufrimiento.
Y en la Misión también percibí que el importante no es ir lejos, sino abrir los ojos y ver, mirar, escuchar a quien está nuestro alrededor porque la misión está en todas partes. Incluso en la propia casa cuando toca asumir lo que otros no quieren o no pueden. Misión es decir sí donde otros dicen no. Sí al Maestro. Sí al Evangelio. Sí a la gente.
Porque en un momento Misión fue a correr caminos sinuosos, a caballo o a pie, para ir al encuentro de personas “cansadas y desalentadas como ovejas sin pastor” (Mt 9,36). En otro momento fue a cuidar y acariciar a pastores cansados o en riesgo de perder el horizonte. Hoy Misión es acompañar a tantas personas golpeadas por el terremoto, gente que perdió familia, casa y manera de vivir. Personas ante las que poco más puedo hacer que escuchar, consolar, animar… decir una palabra de aliento. Y también toca tener paciencia y acompañar a hermanos curas que también están aplastados después de trabajar y trabajar por atender a la gente y ahora se sienten sin fuerzas y con ganas de huir.
Misión es salir “de nuestros cobertizos” (EG 270) una y otra vez.
Y también llega el cansancio. Y también uno se pregunta si no será el momento de retornar, de volver a las raíces. Pero cuando levantó la mirada, veo a tantos hermanos y hermanas que siguen el pie del cañón cargados de años y limitaciones que no detienen para nada su generosidad juvenil a pesar de tener setenta, ochenta o noventa años. Solamente un ejemplo: Juan González Núñez, cuando tenía ya la edad en las que otros se jubilan, pidió volver a Etiopía, para ir de aldea en aldea, con una mochilita visitando personas y lugares donde nunca se había anunciado el Evangelio, llevando Pan, Palabra, escuela, salud y esperanza. ¡Heroico! Y como él un montón de amigos y amigas misioneros, imposible nombrarlos, pero seguro que todos conocemos a algunos TESTIGOS DE LA MISIÓN, saliendo una y otra vez. Soñando un mundo Reino de Dios. Trabajando por hacerlo posible. Diciéndonos que también nosotros, donde quiera que estemos, estamos llamados a salir porque somos IGLESIA EN CAMINO.
Cómo resuenan en mis oídos las palabras del Papa Francisco: “Salgamos, salgamos a ofrecer a todos, la vida de Jesucristo. Repito aquí para toda la Iglesia lo que muchas veces he dicho a los sacerdotes y laicos de Buenos Aires: prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (EG 49)
Manolo Rodicio

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